martes, 14 de julio de 2015

PEDIR LA LLUVIA


Raúl Ramírez Jurado


Las veredas de yerba muerta rodean al silencio, atrapando el canto afligido de los montes. Con llanto el niño Teófilo, reclama al cielo por ver miles de peces muertos, a otros agonizando y flotando en el río. Le preocupa lo que su abuelo dijo: otra vez no vamos a comer elotes.

Los tonos verdes del paisaje juegan con las sombras que caen sobre su cuerpo cubierto de hojas marchitas, flores sin color y la tristeza de los árboles. Asesinados por tractores del progreso que van rajando la piel de la tierra.

Los Jaguares, guardianes de alas en vuelo, desconsolados culebrean el espacio de vapor y brisa nocturna en la tierra de Veracruz. Donde descansa desde hace siglos a la orilla del río un Teokalli de piedras labradas, grises y cenizas. La insistencia del sol les da vida aunque todo es soledad y silencio. El cuerpo quieto del niño desapareció entre las piernas demolidas de un árbol. Teófilo duerme y duerme… sueña y sueña con todos los animales que habitaban esta tierra, antes de que sus rutas naturales fueran destruidas, por hombres ambiciosos que han cubierto de asfalto los montes.

Los duendes exóticos juegan en la pirámide atravesando las paredes de bruma y pedernal. Alegres bajan de los cerros por la ruta de lo cierto sin ser invocados por sus amigos campesinos. Gustosos cuidan el cuerpo del niño quien aparentemente duerme, ellos saben que está haciendo un viaje que no debe ser interrumpido.

  • ¡Hijo! ¡Teófilo! ¿A dónde te metiste? Condenado chamaco, últimamente anda muy extraño. ¿A dónde se habrá metido? Ya se lo he dicho, que no ande jugando carreras en los barrancos, con ese burro que ya está viejo. ¿O será eso de la cueva que encontramos el otro día? No sé qué le pasó. Nomás se la pasa pregunte y pregunte por esos dibujos que hay adentro. Ahora, a cada rato quiere ir. Esas figuras de símbolos antiguos le despertaron algo en su cerebro. Eso lo está volviendo loco.



El abuelo de Teófilo, desesperado camina de un lugar a otro sin lograr dar con las huellas del niño ni del burro. Aunque pasó varias veces cerca de Teófilo nunca lo pudo ver, tampoco a los duendes que lo cuidan. Ellos sonríen por la desesperación del abuelo y porque están seguros que nada le pasará al niño. Mientras el abuelo sigue buscando, a Teófilo se le aclara el sueño en el centro de un lago de agua cristalina y peces de colores. Ahí sobre el agua lo reciben dos hombres vestidos de manta. Él niño atrapado en la penumbra de su conciencia, siente que ahí, su sueño es más real que la vida misma. Los dos hombres lo conducen al salón de una pirámide, lo visten de manta y lo llevan en una lancha hasta la orilla del lago. Brincan del bote para introducirse por mucho tiempo dentro del monte. Impresionado, escucha voces armoniosas salidas de los arboles; es el canto de animales y aves dándole la bienvenida. Después de un rato le pidieron que se sentara bajo la sombra de un ahuehuete para descansar. Él seguía hipnotizado por el canto armonioso que brotaba en ese lugar. Los dos hombres iniciaron la caminata, Teófilo siguió atrás de ellos hasta llegar a una vereda. Era un camino angosto, hecho de piedras pequeñas, que atravesaba en medio de unas piedras gigantes. Ahí está de nuevo en la cueva, donde lo había llevado su abuelo, pero por otra ruta. La reconoció por las figuras que estaban en las paredes. Toda la noche estuvo aprendiendo de los dos hombres de manta.



El abuelo cansado, con la ropa rasgada y llena de tierra, se lamentaba doblando entre sus manos el maltratado sombrero de paja. La desesperación por no encontrar al nieto en toda la noche, casi lo lleva al llanto.



  • ¿Por qué lo dejé solo? Yo creo ya se me escapó. A lo mejor se le metió la idea de ir a buscar a sus padres. ¿Pero a dónde puede ir mi muchacho con apenas doce años? Él nunca ha salido del rancho… Ahora qué le voy a decir a mi hijo cuando pregunten por él. Todo por estas tierras que ya no dan nada, desde que metieron la condenada autopista. Pobres de mi nuera y mi hijo, tuvieron que ir a la capital para darle más a mi nieto, que quién sabe onde andará ahorita. ¡Teófilo! ¡Teófilo! ¡On tas, contéstame!

Así se la pasó gritando toda la noche; perdiéndose en la oscuridad, con el coro de las chicharras y el sonido del río.

Al amanecer el anciano angustiado, levantó la mirada al cielo, azotó el sombrero ya destrozado y pidió al sol que ya asomaba por atrás de los cerros: ¡Por favor cuídamelo y dame fuerza para encontrarlo! Al término de su ruego, llegó un ligero viento, levantando arena del rio revuelto con polvo de cemento, residuo del asfalto que exterminó en tres años jitomates, chiles y algunas especies de insectos. Ese polvo tóxico, movió las hojas que cubrían a Teófilo. ¡Hijo! - gritó el abuelo inclinándose para recogerlo, creyendo que había sufrido un accidente. El niño se incorporó antes que lo tomara el abuelo y lentamente sacudió sus ropas.

  • ¿Abuelito que hacemos aquí?
  • ¡Eso es lo que yo quisiera saber! Desde ayer te ando buscando. Mira cómo estoy todo revolcado y tú aquí muy tranquilo… Lo extraño es que por aquí pase varias veces y nunca te vi. Bien que lo recuerdo, por esas raíces del árbol que arrancaron esos salvajes de las máquinas.

Teófilo, afligido y sin dejar de ver al abuelo a la cara, le dijo señalando con el dedo:

  • Aquí estaba sentado en esta piedra, mirando cómo los peces reventaban de sus panzas por el veneno que dices que tiran los del ingenio. Clarito escuchaba cómo el sonido del río se convertía en palabras de quejas. ¡Sí! oía cómo se quejaba el agua cuando pasaba frente de mí, dirigiéndose al arroyo en donde nace el agua. Ahí mero donde se juntan y se hace el remolino: Yo sentí algo aquí adentro de mi pecho y me dieron ganas de llorar y lloré. Luego me vino un desguanzo y me quedé dormido pensando en lo que me decías, en por qué ya no llueve. Creo no me quedé dormido. No me lo vas a creer abuelito todo fue como un viaje, vinieron dos señores y me llevaron. Pero luego te cuento, deja que me acuerde bien.



Los dos quedaron callados y pensativos. Teófilo rompió el silencio y preguntó.



  • ¿Por qué dijiste que otra vez no íbamos a comer elotes? ¿Entonces no sirvió de nada que te ayudara a sembrar?
  • ¡Ay! hijito, cómo explicarte algo de lo que nosotros los mayores somos culpables; y todo por no enseñar a nuestros hijos lo importante de hacer las ceremonias, de pedir el agua para que llueva.
  • ¿A poco tú hacías ceremonias para que lloviera?
  • ¡Claro que sí, pero no creas que yo solo! Éramos todos los campesinos de las parcelas, participaba toda la familia. Era muy bonito.
  • ¿Dime, cómo era eso? - preguntó Teófilo apurado, sin quitarle la mirada suplicante, a la cara del abuelo.

Garraspando la garganta y apenado contestó: ¡Uuuy! hijo, a ver si me acuerdo, pos’ esto ya tiene muchos años; pero pon mucha atención, porque a lo mejor tú vas a tener que continuar estas costumbres de los pueblos antiguos. Claro, si quieres comer elotes y no solo eso, también frijoles, calabacitas y hasta chiles.

Teófilo se acomodó sobre las raíces del árbol para escucharlo. El abuelo se arrimó a un lado de él, botando sus guaraches que ya le molestaban por la caminata de toda la noche. Después de un suspiro largo dijo.



  • Los que sembrábamos nos poníamos de acuerdo para darle lo necesario al Nahual. Ese hombre era un sabio, el de más conocimiento en yerbas medicinales y otros fenómenos que producía, también tenía el poder para conectarnos con la naturaleza. Todos ya reunidos, le entregábamos masa, un té de cualquier yerba dulce, que hacíamos con agua del arroyo. Tenía que ser del arroyo porque ahí nacía y para nosotros era sagrada. También dábamos gallinas, guajolotes y una bebida de maíz que le llamábamos pozoltl. El nahual previniendo, dentro en su morralito traía jícaras, velas de cebo, maderitas de ocote y copal. Ya todo listo, él se encargaba de hacer un altar. Con maderas que él mismo cortaba, improvisaba una mesita en medio del terreno, en donde se iba a sembrar el maíz. Con cantos en náhuatl iba haciendo su ofrenda sobre la mesa con flores. Ponía imágenes de santos y un poco de comida que ya traía preparada; en el centro de la mesita, de frente a las personas acomodaba tres jícaritas, una con agua, otra con sal y la última con miel. Rodeando el centro de la misma mesa, en cada esquina colocaba una velita de sebo de diferente color, que señalaba el rumbo de los vientos; en el centro otra más grandecita, que representaba al sol. Según esto, cada viento por su lugar tiene su color. No creas que nada más las ponía así porque si. Mientras él hablaba con los guardianes del lugar, las mujeres iban adornando la parte de arriba del altar con arcos de ramas forradas de yerbas dulces, hojas grandes y flores silvestres. Cuando ya estaba el altar terminado, con sus ajuares daba comienzo la ceremonia con rezos católicos dirigidos a los santos. Las oraciones las decía en la lengua que antes se hablaba en este lugar. Poco a poco se iba perdiendo la claridad de las palabras, hasta que se dejaba de entender. Aquí comenzaba lo mágico: los rezos ya no eran cristianos, eran oraciones al fuego, a la tierra, al aire y al agua. Pero eso nadie lo sabía, nada más los mayores. Luego con el sahumador, hacia movimientos en cruz de izquierda a derecha para limpiar el espacio en donde estaban nuestros cuerpos; el humo y aroma de copal lo envolvían al caminar. Por momentos el hombre desaparecía. Clarito se veía cómo algo se lo llevaba y lo regresaba: su cabeza hacia movimientos de gato montés o de tigre, su mirada era de venado y su cuerpo danzaba como una plumita arrullada por él viento. Él decía palabras que la naturaleza entendía, pero nosotros ya no. Y nos dábamos cuenta porque en ese momento llegaban parvadas de pájaros de muchos colores a nuestro alrededor haciendo muchos cantos. El viejo sabio ya había logrado conectarnos con la naturaleza. Durante toda la ceremonia algunos niños hacían sonidos de animales, principalmente de ranas que simbolizan el agua; otros imitaban chachalacas para llamar con graznidos el agua. Al final de la ceremonia, el Nahual daba la espalda al altar y con una jícara aventaba el pozoltl hacía atrás para darle de beber a los vientos y a los guardianes eternos del lugar. Terminando esto, dábamos gracias y comenzaba la comida. Siempre al mismo tiempo que comíamos caía una ligera llovizna, aunque no hubiera ni una sola nube. Esa era la señal de que sí llegaría agua para la siembra. A esta ceremonia se le llama “Pedimento de agua al Señor del Trueno o a Tlalok”.
  • ¿Y con eso ya llovía? - preguntó Teófilo recargando su cabeza sobre el abuelo y mirando al cielo.
  • Claro mijo, nunca nos falló.
  • ¿Y quién era ese hombre sabio de tanto poder?
  • Con un carajo, pos quien más, pos tu tatarabuelo… Pero desde que murió ya nadie quiso hacerla; más cuando llegaron los de esas religiones, que todo lo que no entendían decían que era cosa del diablo. ¡Si no hacemos ceremonia para la próxima temporada, otra vez nos vamos a quedar sin elotes!
  • Ahora que me dices todo eso de las ceremonias ya recordé lo que soñé en el viaje. Esos hombres que me llevaron, me dijeron que yo tenía que hablar con las nubes y que tú me tienes que enseñar. Pero eso no era lo principal, primero teníamos que recuperar nuestra identidad y que tenía que ser pronto. La verdad, a eso ya no le entendí. Luego me siguieron explicando los dibujos de la cueva. Algunas cosas son lo que ya me has explicado. Como lo de la luna, según su posición se trabaja la tierra. Pero todo lo demás eran puras cuentas. ¿Te acuerdas de los dibujos, las grecas, círculos de colores y triángulos? ¿Ah y esas caras de señores con plumas en la cabeza? Bueno, me dijeron que los círculos son los planetas y que todo estaba acomodado en cuentas de trece en trece; y, según como se alineen, es el comportamiento del los humanos, de las plantas y los animales. Y que los hombres antiguos de estas tierras se mantenían dentro de esa armonía, logrando entonarse con el lenguaje del universo, eso era la integración a la identidad de todo lo que existe. Pero que nosotros ya habíamos perdido todo: identidad individual, colectiva y universal. Ahí es donde me hice más bolas. Y ya no entendí nada. ¿Qué es identidad, abuelito?

El abuelo sonriendo dijo.

  • Esa misma pregunta le hice a mi abuelo cuando escuché esa palabra de un señor que era amigo de él. Yo era niño, más chico que tú; se la pasaron toda la noche hablando de la identidad y de un viaje que debía hacer mi abuelo. Al otro día le hice la misma pregunta que me acabas de hacer. Su respuesta fue tan sencilla; hasta creí que me estaba vacilando. Me mando al pozo, en donde está el manguito y me dijo: Mañana te vas al pozo a las doce del día y trata de encontrar tu cara en el fondo. Ahí vas a ver qué es la identidad -

Y ahí estuve al otro día mirando el fondo. Primero vi todo obscuro, lentamente fui distinguiendo la pared en círculo con sus piedras naturales, poco a poco se me fue aclarando la vista y logré ver hasta el fondo. En ese largo hueco al final, el agua estancada se comenzó a mover ligeramente haciendo olas muy pequeñas; luego, entró el reflejo del sol por mis hombros rodeando mi cabeza; el fondo era un espejo hecho pedazos en movimiento. Enseguida vi el reflejo de mi cara, el movimiento de esas pequeñas olas me hacían sentir que mi cara estaba abierta en varias partes. Y ahí, adentro de mi cara, logré ver los recuerdos escondidos que tenemos los seres humanos. Primero me espanté, luego me dio tristeza y me entró la necesidad de querer despertar todas esas cosas dormidas dentro de mí. Me incorporé inmediatamente y corrí hasta el rancho para que mi abuelo me enseñara a seguir despertando, pero cuando llegué él ya había muerto. Ya de grande entendí que toda su enseñanza ya vivía dentro de mí, y entendí que la identidad individual es encontrarse a sí mismo, para saber qué es lo que ordena dentro en nosotros. La oscuridad de nuestro pozo la tenemos que iluminar con sabiduría para iluminar nuestro camino, solo así llegaremos a nuestro verdadero rostro. Imagínate, sin identidad cómo podremos integrarnos a la naturaleza. Las caras de esos hombres con plumas que hay en la cueva son los guías del comportamiento. Son energías representadas y viven dentro de nosotros, pero en este momento se encuentran dormidas, ya hay que despertarlas.



Teófilo sintió otra vez ese desguanzo del sueño y comenzó a dormir, con la voz entrecortada preguntó: ¿Y tú cómo sabes eso abuelito… quien te siguió… enseñando?

Cuando contestó el abuelo el niño ya estaba medio dormido y entre sueños escuchó la respuesta.

  • Hijo, todo lo sabemos, sólo hay que recordarlo. Ese es el gran legado que nos dejaron nuestros antepasados por haber nacido en estas tierras… ¡Condenado muchacho ya se volvió a dormir! Yo creo éste va a ser el que despierte la razón en los hombres. Él es como me lo decía mi abuelo: Llegará el día que un hombre ocasione el despertar colectivo. Y yo que no quería mostrarle los conocimientos hasta que los mereciera, pero creo éste chamaco se adelantó, pos ni modo ahora a enseñarle. ¡Teófilo, Teófilo, párate ya vámonos!



Cuando despertó el niño, se echo a los brazos del abuelo y llorando le dijo: ¡Tú eres uno de esos hombres que soñé y que me llevaron al viaje! ¡Tenemos que hacer las ceremonias para que vuelva a llover!



En ese momento llegó el burro, Teófilo lo acarició por el cuello. El abuelo lo arreó haciendo chasquidos con la boca y les dijo: Vamos, vamos, ya vámonos. Los tres se perdieron en la loma, envueltos por el polvo y dejando atrás el río, que por un momento calmó su tristeza llevando alegría al arroyo en donde nace el agua.



 
 

 

miércoles, 8 de julio de 2015

La cueva

Por Cora_LIP.

Fuera estaba a punto de llover. Tras los cristales escuche a lo lejos un trueno, abrí la ventana y olí la tierra…sí llovería…reconocería ese olor en cualquier parte.

Mire hacia afuera, la Primavera estaba a punto de hacer su aparición y entonces el jardín se llenaría de flores llenas de vida y color.

Volví al escritorio intentaba escribir sobre aquella situación para poner en orden la cabeza y los sentimientos, los días habían sido caóticos, las horas una espera amarga y los minutos un abismo desesperante.

Tras aquella página en blanco, el cursor intermitente me miraba instándome a empezar, pero en mi mente se reflejaban millones de imágenes y palabras a la vez y era incapaz de ponerles ni orden, ni sentido.

Fui hacia el altar, aquel lugar siempre me hacía sentir tranquila. Encendí una vela pidiéndole a la Diosa una ayuda para despejar la mente, una voz que me susurrara el camino y una luz que me lo mostrará.

Minutos después volví a sentarme ante aquel ordenador y esa dichosa página en blanco. Puse los dedos sobre el teclado, me tome mi tiempo...

-¡Vamos! Necesito ser capaz de hacer esto, mi cabeza no puede más.

No hubo respuesta, mis dedos se negaron a moverse y mi cabeza seguía siendo una marea de pensamientos. Las lágrimas asomaron a mis ojos.

-¡Justo lo que no quería que pasará! ¡Otra vez no!-busque un pañuelo cerca, pero durante esos días los había gastado todos. Así que lloré, lloré hasta que mi cuerpo no pudo más y fui durmiéndome presa del cansancio.

El bosque era simplemente inimaginable. Los árboles y las plantas crecían sin ningún orden y en tal desorden, la “magia” que creaban, era preciosa.

Los colores vibraban, descubrí campanillas, amapolas, rosas, gerberas, era como ver una paleta de un pintor en plena ebullición. Los olores de la salvia, la hierbabuena y las demás plantas aromáticas creaban un ambiente armonioso.

Las hadas iban y venían en un constante ajetreo y las ninfas se bañaban y jugaban con el agua de un pequeño río que estaba a la derecha de donde me encontraba.

-Perséfone, ven con nosotras-gritaron.

De repente justo detrás de donde me encontraba una pequeña doncella de brillantes cabellos castaños corrió hacia ellas, pasando a mi lado rozándome casi con los dedos.

Se quedo quieta, miró hacia atrás, alzo la vista justo hacia mí y allí estaban mirándome dos oscuros ojos verdes con una intensidad tal que mi alma se estremeció, como si hubiera podido ver a través de mí. Sin embargo, se giró como si no hubiera nada que mirar, como si yo no estuviera allí…

Juraría que la vi sonreír antes de darse la vuelta, pero no dijo nada y fue corriendo en dirección a las ninfas que la llamaban.

Sabía quién era ella, la reconocí en cuanto dijeron su nombre. En mi altar siempre estaba presente de alguna manera. La Reina de los Muertos, la reina del Inframundo, la hija de Deméter.

Me dirigí hacia donde estaban jugando y recogiendo flores, pasando completamente inadvertida, no me veían, pero ella…

-Hubiera jurado que si me vio.

Perséfone se alejó del grupo, camine tras ella, confusa, sin saber dónde se dirigía. Bordeamos el río, hasta que éste terminó en una cascada que caía con fuerza a un inmenso lago. La vi caer desde lo alto de la cascada, sin tan siquiera rozar las piedras, entrando al lago con majestuosidad.

Me deje caer, la altura era considerable pero no tenía miedo. Estaba allí por alguna razón y quería descubrir cuál.

Justo tras la cascada, en la base del lago había una cueva, Perséfone aparto una cortina de agua dándome el tiempo justo para pasar tras ella.

Allí la energía que se desprendía era intensa y la paz, la tranquilidad y el silencio cubrían todos sus huecos. En el centro de la cueva, había una abertura que dejaba penetrar los rayos del sol cada vez menos potentes cediéndole el paso a la luz de la luna.

Entonces cuando me estaba preguntando que hacíamos allí apareció un hombre a través de una grieta de la cueva. Era fuerte, no sabría a ciencia cierta qué edad tendría, tenía una belleza peculiar, facciones marcadas, hombros, brazos y piernas definidas e irradiaba un poder que más que violencia, generaba un temor respetuoso.

-Hades ¿qué haces aquí?

Sin mayores explicaciones, Hades rodeo con un brazo a Perséfone y desapareció.

Y yo con ella…

-Claro, el rapto de Perséfone, reconozco la historia. Me la sé de memoria. Perséfone, fue raptada por Hades y Deméter, su madre busco por todos lados sin encontrarla. Descuido a la Tierra, las flores se marchitaron, las hojas de los árboles dejaron de cubrirlos y el paisaje quedo pintado de tonos dorados y marrones.

Zeus tuvo que intervenir, pero Hades engaño a Perséfone y comió las semillas de una granada en el trayecto y fue entonces cuando se pactó, que Perséfone subiera a la Tierra durante una parte del año y bajará con Hades al Reino de los Muertos los restantes. Nacieron así la Primavera y el Verano, cuando Deméter se ocupaba de la Tierra y estaba feliz junto a su hija y el Otoño y el Invierno, cuando Perséfone volvía junto a Hades.

El sitio donde estaba era oscuro, frío pero desprendía el mismo poder que el Dios me había hecho sentir en la cueva. Por lo que deducía estaban en su Reino, el Más Allá.

-¿Él estaría aquí?- Muy apropiado, para la situación en la que estaba.

Busque en la estancia donde me encontraba, era un salón grandioso, con columnas de mármol, ennegrecido por el tiempo. A un lado, junto a dos perros enormes, estaban Perséfone y Hades.

No parecía que ella estuviera en malas condiciones, ni afectada por su rapto o su captor. ¿Qué pasaba allí?

Las palabras que me llegaban eran seguras y vibrantes pero no estaba segura del sentido. El Dios deslizo algo en las manos de ella, que escondió entre los pliegues de su vestido.

Hades salió entonces de la habitación y me quede a solas con Perséfone. La Diosa me sonrió y por primera vez me habló:

-¿Te preguntas si está aquí verdad?

Sorprendida por las palabras después del silencio del principio y porque conociera mis pensamientos, el único sonido que salió de mis labios fue una especie de gruñido seco.

Ella rio y volvió a hablar:

-Sí está aquí. El Aqueronte1 lo trajo hace unos días. Debes dejarlo marchar, sea cual haya sido la situación.

-Pero, me quedaron tantas cosas por decirle, tantas cosas por aclarar, tantas cosas por saber…

-A veces, las cosas están más claras de lo que podamos llegar a pensar. Solamente debemos mirar las situaciones con otros ojos. No siempre todo es lo que parece.



Tras esas palabras mi mente estaba aún más confusa. Su muerte había sido una verdadera infamia, un acto cruel a manos de una mente confusa y trastornada, la mano ejecutora de una mente fría y calculadora que jamás saldría salpicada por lo que había provocado.

Que era lo que no estaba claro. Me había quedado sin poder hablar con él, con el corazón, nunca tuve esa oportunidad y no la tendría. Se había ido confuso y yo me había quedado con la sensación de tener algo que decir.

Intente despejar la mente, pensar en otra cosa…

-¿Sabes que tu madre te está buscando Perséfone? –me asombre de la familiaridad con la que me atrevía a hablar a la Diosa.

-Sí lo sé. Y sé lo apenada que está porque piensa que me ha perdido.

-¿Piensa? No. Te ha perdido.

-Como te he dicho, no todo es siempre lo que parece.

La miré confusa.

-Ya lo entenderás.

Los acontecimientos se sucedieron uno tras otro, Zeus ordeno que Perséfone regresará junto a su madre. En la cara de la Diosa, vi reflejado dolor por un breve instante.

Viaje con ella, en la barca que debía devolverla, y entonces la vi sacar una granada entre sus manos.

-¡No!-la grite, pero entonces la vi sonreír y…lo comprendí.

La Diosa comió seis semillas de granada, antes de salir del Hades.

Mire hacia la otra orilla, Hades estaba allí, mirando desde el punto más alto, su cara reflejaba una mezcla entre preocupación y satisfacción.

Perséfone ya no podría abandonar el Hades, Zeus entonces debería hacer el pacto. Durante seis meses la Diosa permanecería al lado de su madre pero durante los otros seis sería la esposa de Hades, la Reina de los Muertos.

Todo cobraba sentido, la complicidad, las sonrisas, las palabras, las semillas…La historia estaba mal contada. Nadie engaño a la Diosa, ella misma comió las semillas consciente de lo que pasaría…amaba a Hades y a su madre.

Recordé sus palabras. No todo es siempre lo que parece. Me giré para poder hablar.

-No hace falta que digas nada. Te dije que lo comprenderías.

-Sí, pero que tiene que ver esto conmigo.

-Las historias a veces no se cuentan de la forma en la que en realidad sucede. Y eso es así, porque en ocasiones no se sabe a ciencia cierta qué es lo que las partes opinan realmente en su interior.

-¿Dónde está él?

-Fue juzgado por Minos, Radamantis y Éaco2, ante Hécate. Su alma irá a los Campos Elíseos3 o a la Tierra Estival como vosotras lo llamáis. Ahora debes marcharte y recordar lo que has aprendido para poder avanzar. Déjalo marchar, su alma está ahora donde debe estar. Él ya comprendió, vio y entendió absolutamente todo lo que paso por esta vida. Su alma está ahora descansando, esperando a que llegue de nuevo su próxima vida.



Así acabo todo. Un segundo después mientras las palabras de la Diosa resonaban aún en mis oídos, una caída desde la silla donde estaba me despertó.

-¿Un sueño?, ¿en serio?-había sido todo tan vívido.

Debía poner en orden todo lo que la Diosa me había dicho. Había sido un descubrimiento para mí el saber que Perséfone realmente quería quedarse en el Más Allá con Hades, porque lo amaba. El mito desde luego, no hacía referencia a ello.

Me acerque a la ventana, ahora llovía con toda intensidad pero las nubes dejaban un cachito de cielo libre. Justo como en aquella cueva detrás de la cascada. Me pase mi manta verde por los hombros. Adoraba el tacto suave y cálido de aquel trozo de tela; me reconfortaba la idea de pensar que la Diosa había contestado a mi llanto desesperado.

Miré a través de ese cachito de cielo. Las estrellas estaban brillando con intensidad. Su luz se reflejaba en la lluvia creando un efecto muy bonito.

Y la vi… la Luna apareció en uno de esos cachitos de cielo y mi mente se acordó de nuevo de él. Adoraba la luna, siempre hablaba de ella.

Vi su imagen reflejada en su luz. Vi sus facciones morenas, aquellos ojos castaños que brillaban y te miraban con esa paz que siempre flotaba a su alrededor, vi su sonrisa.

Y entonces lo supe, él lo sabía…

Su cuerpo era una vasija, él ya no estaba aquí, su alma estaba esperando. Tal vez algún día, nuestras almas podrían volver a encontrarse, como amigos, como hermanos, como amantes…daba igual. En esta vida su momento había acabado, aunque hubiera sido de la forma más cruel que existe. No debía guardar rencor por los causantes de su partida, su alma ya no guardaba ningún sentimiento que no fuera aprendizaje.

Y comprendió lo que la Diosa había intentado enseñarla. Que las cosas no son siempre como parecen. Que a pesar de lo claro que pudiera presentarse la situación, tan sólo en el interior de las personas se encontraba la verdad sobre sus pensamientos y sentimientos.



Ya sabía todo que necesitaba, nadie podría quitarle eso, nadie podría arrebatárselo, porque al igual que el mito de la diosa, quedaría oculto tras una cortina de agua de una cascada, en el interior de una cueva, donde se encontraban todos nuestros sentimientos y pensamientos no pronunciados, al lado de unas semillas de granada que la historia olvido mencionar fueron tomadas por amor.



1 Era el río que Caronte utilizaba para transportar las almas de los muertos hacia el Hades.

2 Eran los tres jueces del Inframundo.

3 Parte del Hades donde eran llevadas las almas de los virtuosos y valerosos. Las otras partes eran los Campos de Asfódelos y el Tártaro.

martes, 7 de julio de 2015

La voz del silencio

 
Por Ayra Alseret




Hay alguien en mi vida que me intriga. Necesito hablar de ella. Está sentada de espaldas a mí mientras mira por la ventana hacia el jardín. Fuera está lloviendo y el aire es denso por el calor de esta noche de verano. Aunque no puedo verla sé que sabe que me muerdo las uñas y que mi mirada se pierde mucho más lejos de lo que mis ojos abarcan. Si alzo la voz para llamarla, se volverá y me mirará,  asentirá a mis palabras, pese a que no tengan para ella mucho sentido. Porque a veces, vivo en un mundo privado, que yo misma cree, donde mi voz y la tuya no tienen sentido ni razón de ser, pero la de ella, siempre es clara y constante.

    La voz se me quiebra a veces, cuando le hablo, y pienso que no me ha escuchado. Tal vez, no ha querido oírme...

    Si pudiese... si pudiese, cogería sus manos y la miraría  a la cara, a sus ojos almendrados, le sonreiría y la sacaría al jardín a mojarnos bajo la lluvia, abrazadas; y  lloraría la pena que obstinadamente llevo dentro y que no quiero sacar, porque sus manos son las más cálidas y más reconfortantes. Yo sé que sólo ella, que se sienta a mi lado y pasa su mano por mi frente, es capaz de desterrar esas tristezas que por alguna razón llevo dentro.

    La única razón que me impide acercarme a ella es la muralla invisible que la rodea, cuando necesariamente me niega su presencia, como un reto en el camino. Puedo observar su larga melena  cayendo por su espalda en rizos de fuego y miel. Puedo mirarla pasear sus  manos por el aire, como yo las paseo por el cristal de las ventanas, dibujando vagas formas sin sentido. Puedo escuchar sus suspiros y su voz murmurando palabras incomprensibles. Pero no puedo acercarme a ella completamente. Ella tiene a su alrededor una muralla, una atalaya enorme, de ladrillos que esconden silencios y secretos susurrados a media voz. A veces ella me mira desde una rendija y me muestra un trocito del jardín que la rodea, ora en flor, ora seco.

    Sabe de sobra que nosotros, los que vivimos fuera de su atalaya, podemos oír su canto desesperado y sus palabras contenidas. Sé que lo sabe. Pero me mira y me sonríe, encantadora, serena. Algunas veces, me engaña, y parece mostrar un poco de sí misma cuando, en realidad, se oculta entre tinieblas. Me gustaría romper ese muro y que toda ella se vierta al exterior, que la luz  dañe los ojos, que su voz escape llenando el silencio atronador que me consume. Si ella quisiera... Me gustaría explicarle que yo tengo miedos;  que me aterra el sonido del viento, que se me antojaba horrible en las rendijas abiertas de las ventanas y puertas; gemido lastimero de almas en pena arrastradas en el aire; que necesito que se quede conmigo otra noches más. Pero ella se me escapa sin antes haber venido a mí. Es difícil de explicar.

     Oigo su voz de mismo modo que si tú lo intentas la oirás con claridad: es la voz del silencio gritando. Insoportable quejido. Esa voz se  escapa por cada poro, en cada suspiro, en cada mirada. En silencio grita y me consume, y puedo escuchar su atronador sonido... Es un enigma completo, no puedo saber que piensa ni que siente con seguridad. No habla nunca de sí misma,  y cuando lo hace habla tan bajito y tan rápido que parece estar contando una historia ajena, que se pierde en los ecos del tiempo... A veces, sin saber porqué, los ojos se me llenan de lágrimas claras, mientras me habla,  y lloro sacudiendo despacio la cabeza y negando constantemente.

    Ella se sienta a mi lado, y me mira con sus ojos ardientes, sabe de mi más de lo que yo nunca podría saber de ella. Me observa consciente de mis secretos, mis sentimientos y mis debilidades. A veces la oigo decir, «háblame de ti» , pero yo no puedo explicarle que escribo versos vacíos, que se suicidan en el papel discontinuo de mi voz quebrada; ni que me gustan las tormentas, el olor a tierra mojada, las tardes de otoño cuando todo parece cubierto de bronce viejo. Pero no puedo explicarle todos los secretos susurrados al inconsciente, y muchas veces, me quedo sin voz cuando me mira.

     Mientras, fuera ha dejado de llover. Ha llegado el momento de separarnos de nuevo. Me dispongo a despedirme de Hécate, levanto mi Círculo y recojo el altar, esperando poder descifrar lo que la voz del silencio me grita.

sábado, 4 de julio de 2015

La risa de la hiena

 
por Saraswati  Kali

 
El guerrero escuchaba los gemidos entrecortados cada vez más cerca, y lenta y silenciosamente se acercó al lugar donde estaba la hiena, que devoraba la carne blanda y grasa. La mejor parte de una pieza que había costado mucho cazar. En un abrir y cerrar de ojos, lanzó la flecha a la bestia y se acercó ya sin miedo hacia el cuerpo que había abatido de un solo flechazo. La hiena se quejó y luego continuó su pesada risa entre estertores de agonía.  El guerrero estaba seguro de que nunca más volvería a levantarse, pero la hiena continuaba riéndose, aun en su propia muerte, y por no saber apreciar cuándo es tu final y cuándo debes morir con dignidad, él se burló de ella.

-   De qué te ríes – le dijo -, bicho inmundo que sólo vives de carroña y no aprecias el valor de una buena cacería. Tú que husmeas entre los restos de los demás y que sólo sabes reír mientras matas, reír mientras mueres, reír, reír. Dime, ¿qué te parece tan gracioso?

-   Tú. Tú me pareces gracioso – contestó la hiena.

-   Deberías reírte de ti mismo. Mírate. Eres un saco de huesos y ni siquiera sabes cazar. Eres un ser patético. Nadie en la sabana siente aprecio por las hienas, sois despojos, lo más bajo. Deberías avergonzarte, llorar, sentirte desgraciado y arrepentido. Expiar tu falta de decoro y de modales.

La hiena soltó un hilillo de sangre por la comisura de los labios y volvió a reír.

-  No te he contado ningún chiste – dijo el guerrero-. Te he clavado una flecha y morirás en breve. Te has comido la mejor pieza que comerá mi tribu en días. Mi gente lo está pasando mal, ¿sabes? Hacía meses que había sequía y muchos han muerto. Han nacido niños y llevaba esta pieza para sus padres y madres. Muchas vidas estaban en mis manos por haber conseguido esta pieza, y ahora ha sido mancillada por la suciedad de tu boca, bicho despreciable y maldito.

La hiena rió con más fuerza, respirando pesadamente.

-   Mi padre murió el año pasado, mi esposa, de parto hace tan sólo unas lunas. ¿Crees que mi vida es fácil, estúpido e insensible saco de pulgas, malnacido ser que habita entre carroña y peste? ¿Crees que puedes reírte de mí? ¿Crees que es fácil ser quién soy?

Entre carcajadas, la hiena contestó:

-   Te burlas de mí por ser lo peor, me desprecias diciendo que vivo de carroña, y en cambio te lamentas por todo lo que te acontece. Dime, víctima de la vida, ¿cómo llamas a ser despreciado por todos y cada uno de los seres que te cruzas en el camino, sino ser desgraciado? Lamentas tu desgracia con un ser al que desprecias y al que has herido mortalmente, y no valoras tu vida. Ahora espero una agonía lenta y dolorosa, pero sigo riendo. Moriré entre grandes dolores, pero moriré sabiendo que nunca me lamenté por mi vida, que aprendí de todas las desgracias, incluso de los insultos, y que la valoré por encima de todo. Mi único pecado fue reírme de mi propia suerte y gracias a eso pude sobrevivir. Ahora, lárgate y déjame morir en paz, déjame morir riendo.

El guerrero vaciló y entonces comprendió. Con gran respeto, hundió su arma en el corazón de la hiena y le dio el don de la Muerte. Cavó un hondo hoyo donde la enterró y le presentó sus respetos antes de volver a la tribu.

Desde entonces, los hombres de ese clan se hacen llamar hombres hiena y le presentan respetos a la colina y al árbol que surgió del cadáver del desgraciado animal. Y aunque se lamentan por sus desgracias cuando las tienen, sólo se trata de un momento de tristeza en sus vidas para seguir adelante, cosa que siempre hacen con una sonrisa.

Sabiduría querida


Por Lord Eblis Z Pendragon



“Sabiduría Querida”.


No sé cómo decirte quién soy pues siempre existe algo que parece separarnos. Pero espero que algún día sientas como yo siento, y te des cuenta de que es una ilusión. ¿Realmente quieres saber quién soy? A veces me lo pregunto, me pregunto si eso no echaría todo a perder. Es increíble que estando tan cerca, pasemos la mayor parte de nuestra vida separados. Todos los días rezo que cuando te des cuenta no sea demasiado tarde. Pues a veces pasa. Aunque todo sea ultimadamente para bien. Aunque todo pase. Aún tengo esperanza de que algún día pronto, te fijes en mí.

Déjame explicártelo en tus términos – Dioses, qué difícil es explicar aquello que es más evidente.
Me siento todos los días frente a dos enormes pantallas, y transcurro el tiempo esperando que repares en mí. En mi estudio hay muchas pantallas más, y eres tan especial para mí que a ti te dedico dos. Trato de seguir todos y cada uno de tus movimientos, aunque no siempre me es posible – ciertamente no es sencillo y no siempre es agradable. Te involucras en tantas cosas que considero están tan por debajo de tu nivel, que a veces pienso rayas en la locura. Hay algunas veces que te doy “Like”, le doy “Comentar” o incluso te doy “Compartir” para que otros te vean. Pero pocas veces esto sirve, a lo sumo reparas en mí tan solo un instante. Porque además, tengo la desdichada suerte de que generalmente cuando hago alguna – o todas – de las tres anteriores acciones: Resulta que tu movimiento se vuelve muy popular también con otros, y mis atenciones se pierden en un mar de Likes, Comments & Shares que al parecer son más atractivos que los míos. Y me pierdo entre todos ellos, y lo que es peor: Te alejan de mí. Te surgen entonces proyectos, invitaciones, actividades que te alejan de mí. Distracciones que no siempre te serán placenteras, situaciones que a veces ya viviste pero pareces querer vivir otra vez, lejos de mí.


Mi trabajo me obsesiona, me define, me encanta porque es parte de mí. No sólo representa mi sustento y mi principal actividad, también es mi razón de vivir y por ello es lo que me nutre, es parte fundamental de lo que soy.


Donde vivo hay otros como yo, con sus estudios llenos de pantallas, y sus propias obsesiones. Los que llevan más tiempo y están en niveles superiores me dicen que han pasado por la misma situación que yo, que ni siquiera me preocupe. Que sí, estoy obsesionado, pero todo pasará.


Tienes mi promesa de que Yo seguiré gritándote, desde atrás de las pantallas, al fondo del proyector, hasta que escuches mi voz por encima de todas las demás. A veces pienso que lo hemos logrado, que mis consejos te han llegado de una forma u otra, que puedes sentir mi presencia entre tanta distracción y estímulo. Especialmente cuando pareces practicar tu propia versión de la quietud… Hoy es Luna Llena e hiciste una hermosa meditación ante un gran cuenco de agua, a los pies de tu ventana. Cuando asomaste tu cara sobre la quietud del agua y clavaste la mirada en esos dos enormes ojos, me transporté al final del túnel, del otro lado de estas pantallas, y debajo de la misma Luna. Y por un instante nada nos separó.



Alma de Sofía1 David2 (especie Homo Sapiens Sapiens).

A Cargo de 4,194 pantallas.

Nivel “6-H”. Asignada al gigante Gaia.

A bordo de la Mónada Pemptoneira, “Pema”.

Con Destino a La Fuente.
 
 
 
 
 

1 Sofía. De origen “Griego”, significa “Sabiduría”. Rankeado No. 1 entre los nombres para hembras de la especie nacidas en el año 14 de la Era de Acuario en lo que ellos llaman Argentina.

2 David. De origen “Hebreo”, significa “Querido”. Rankeado No. 1 entre los nombres para machos de la especie nacidos en el Año 13 de la Era de Acuario en lo que ellos llaman Estados Unidos de Norteamérica.

viernes, 26 de junio de 2015

Desde la estigia

Ness Bosch


Desde la ultima vez que bajara los escalones que conducen a la Estigia han pasado unos meses, yo diría que deje que pasara la Primavera y llegara el Verano, para al menos poder tener un poquito mas de calor en el cuerpo antes de bajar a los abismos helados donde habita mi amigo Caronte otra vez.
Mi corazón también esta algo mas cálido, atrás se quedaron los largos y fríos meses de agonía glacial.
Menos mal que me he cogido una rebeca, se me olvidaba el frió que hacia aquí abajo. Grabadora en mano desciendo los últimos peldaños de la escalera de piedra. Aquí nada cambia, nada perturba la calma de las puertas del tártaro; bueno, yo si un poco...
No llego aun a la orilla cuando el barquero me saluda: -Vanessa... Ha pasado mucho tiempo. Pensé que tu avidez por las buenas historias te iba a tener aquí mas a menudo-, - Hola Caronte, si, me gustan las buenas historias, pero tenia cosas que resolver ahí arriba...-,- Ya veo, siento que has crecido un poco mas, noto tu energía diferente, mas intensa, me gusta.-, - Y a mi también me gusta, jajaja, es que la ultima vez que vine estaba algo triste. Todo pasa.-, - Así es, todo pasa. algo que he admirado en varios humanos es su capacidad para recomponer su vida, me parece un mecanismo de supervivencia efectivo. Bueno, supongo que has venido a por una historia-, -Así es, tenia esa esperanza. La verdad es que procurare venir mas a menudo, tengo que ponerme con el trabajo. El tiempo se me escapa y casi ni me doy cuenta.-, - El tiempo corre, cuando menos lo esperas eres un viejo y has dejado atrás una vida entera... Mira, ya que que historia voy a contarte -, - Adelante pues, te escucho...-.
Andros era un hombre bello. Era tan majestuoso en sus gestos y miradas que se corrió la voz que la madre de este había sido visitada por un dios y que Andros era hijo de este. El sabia que había sido agraciado por los dioses y usaba sus encantos para cualquier cosa. No andaba embelesado consigo mismo como Adonis, el sabia que podía utilizar su belleza como un arma a su favor y lo hacia. También había sido formado en el arte de la guerra y era un gran atleta por lo que era conocido en toda la provincia. No había hombre o mujer que no quedara prendado de el si tenían el placer de su compañía.
Las jóvenes de su ciudad sabiéndolo no comprometido se pasaban el día haciendo ofrendas a Afrodita, pidiendo su ayuda para que el bello Andros se fijara en ellas. Los que conocemos a Afrodita, sabemos que es curiosa por naturaleza. Escuchaba y escuchaba a las jóvenes hablar de el tal Andros y decidió ver a que se debía tanto alboroto. Se disfrazo como solo saben hacerlo los dioses que no quieren ser reconocidos y fue espiarlo.
Este estaba durmiendo la siesta pues era un día de mucho calor. Yacia en su hamaca, su túnica abierta, su cuerpo totalmente al descubierto. Afrodita se quedo ensimismada a la visión del humano,se acerco un poco mas, quería poder casi tocarlo. Ahora comprendía a esas jóvenes que desesperadas de amor le pedían ayuda en el templo, ella misma era presa de la belleza de este. Se acerco tanto que Andros se despertó al escuchar su respiración entrecortada. Afrodita dio un respingo hacia atrás y este se incorporo y le pregunto que quien era. Por supuesto que el disfraz de Afrodita seguía siendo una mujer bella, pero ya no tenia su apariencia de diosa. Esta que ya estaba hecha a contar historias para salvar el pellejo, le dijo que era una prima lejana, hija de hermanastro de su padre que acababa de llegar a la ciudad. El padre de Andros había fallecido hacia muchos años, y este procedía de otra provincia por lo que en realidad no tenían mucha información sobre su familia paterna. La historia había encajado a la perfección, suerte de dioses.
Afrodita se hizo un poco la avergonzada por la manera que se había encontrado a su supuesto primo lejano. A el le pareció divertido, tanto que no cerro del todo su túnica Esta prima lejana era una mujer muy bella, podía entrever el contorno de sus muslos y sus pechos debajo de su vestido y tenia un lindo rostro. Se acerco a Afrodita sorprendido por su repentina excitación Esta, conociendo el deseo en los hombres y triunfante porque al final conseguía lo que quería, se dejo seducir. Por algo ella había sido creada para el amor, era lo que mejor sabia hacer...
Pasaron los días regalándose el uno al otro, sin hacerse mas preguntas, entregados a los caprichos de su sexo, pero Afrodita ya había pasado demasiado tiempo alejada de los dioses y una noche Hermes vino a visitarla mientras Andros dormía, Zeus estaba preguntando por ella. Como diosa tenia su propia labor para con los dioses y los hombres y la reclamaban. A la mañana siguiente al alba, despertó a su amante y le dijo que que tenia que partir, que tenia asuntos que atender y ya se había demorado, por lo que tenia que salir esa misma mañana. Ella le dijo que volvería en uno días si el así lo quería y el asintió Así que Afrodita partió hacia el Olimpo y Andros se quedo como estaba antes de que ella llegara, solo y dedicado a sus deportes y otras tareas.
Pasaron los días Andros fue invitado a una ciudad vecina para participar en un torneo de atletas y allá fue. La verdad es que el era un atleta afamado así que lo recibieron entre vino y flores. Se hospedaría en la casa de un rico comerciante de ultramar que fue quien lo invito al torneo. Acostumbrado a estar solo en su casa mas modesta con su madre, le encanto el verse rodeado de sirvientes que lo atendían a cada cosa que necesitaba o pedía.
Era el tipo de vida al que el quería acostumbrarse así que se puso a indagar en la casa y averiguo por los criados que la hija menor del comerciante estaba soltera y sin compromiso que se conociera. La susodicha tenia 19 años, ya tenia edad de mas de tener un marido o al menos un enamorado o amante. Andros que solo la había visto unos segundos entre las otras mujeres de la casa ni siquiera recordaba su rostro. Se las apaño para quedarse a solas con ella ayudado por un criado. Esta estaba muy nerviosa y se cubría el rostro con un pañuelo. Se sentó al otro lado de la estancia y Andros comenzó a hablarle y cortejarla. Su nombre era Aidee.
Andros veía en ella la posibilidad de ingresar en esa familia rica y así poder vivir como ellos, pero pensó demasiado antes de ver realmente a quien le estaba haciendo la corte. Aidee era una mujer especial por muchos motivos. Era la pequeña de la casa y su padre la tenia en muy alta estima, ella había sido una mujer atrevida, montaba a caballo como un chico y tiraba al arco como el mejor cazador. Había sido también una mujer bella hasta que en una caída de su caballo tuvo la mala suerte de ir a dar sobre unas rocas y sufrió cortes en el lado derecho del rostro y su hombro que la dejaron marcada para toda la vida. Por eso siempre se escondía tras un velo. Las heridas la habían marcado mas interiormente que físicamente y se había vuelto una mujer tímida e insegura.
Cuando la mandaron llamar, sus criadas cuchicheaban sobre las intenciones del invitado de la casa y ella no pudo mas que para si misma que estas tenían razón, porque desde su caída ya ningún hombre de la ciudad había vuelto a cortejarla. Ademas su padre al haber perdido la esperanza de casarla y como solo tenia hijas, había decidido instruirla en los temas económicos de la familia y llevaba años ayudando a su padre en los negocios, claro que en un segundo plano.
Andros se le acerco como un gato sigiloso y le hablo. Le pregunto por su vida en la casa, sus aficiones, por lo que quería de su futuro. Ella se limito apenas a decirle que era feliz y quería seguir siéndolo, no entendía del todo que quería este hombre de ella. La estaba poniendo nerviosa con tanta pregunta y porque no dejaba de mirarla. Este se sintió seguro de su plan, aquella, pensó el, era la mujer que necesitaba. Aidee como todas las chicas, siempre soñó con tener un hogar propio, un marido. Todo lo que sus hermanas tenían, escarceo amorosos aparte. Sabia que el invitado podía tener a la mujer que quisiera a sus pies, era bello, si, pero se interesaba por ella, fuera por la razón que fuera y decidió aprovechar la ocasión. Este le pidió que se quitara el velo que le cubría su parte dañada del rostro, ella la principio se quedo quieta, pero luego hizo lo que se le pedía Andros se quedo pensativo, si, había sido una mujer bellísima, a pesar de sus rasgos cicatrizados podía ver su tez de facciones perfectas. Si no miraba la parte derecha de su pómulo podía verla como había sido antes. las heridas de su hombro eran también profundas pero no era relevante. El ya sabia lo que quería y pensando fríamente la belleza de Aidee era un tema secundario. Entonces el le pregunto que si había pensado en casarse alguna vez, a lo que ella respondió afirmativamente pregunto si estaría dispuesta a casarse con el y Aidee también respondió afirmativamente. Al final los dos estaban de acuerdo, uno por dinero y ella por compañía
Como tenia que ser el pidió su mano a su padre y este se la concedió después de hablar con ella. Los preparativos de la boda comenzaron a los pocos días Toda la casa hervía en jubilo por Aidee. Criados iban y venían con telas, comida del mercado, carnes, pescados, frutas... Iba a ser todo un acontecimiento.
Mientras todo esto sucedía, en el Olimpo Afrodita se acordaba de su joven mortal.
Cuan tierno y sensual a la vez. Pocos habían sido los mortales que disfrutaran de los favores de la diosa y este era especialmente bello y complaciente. No sabia cuando podría escaparse, pues Zeus la tenia muy ocupada, pero no veía la hora de ir en su encuentro, y el le había prometido que la esperaría.
Andros y Aidee se casaron. El padre de esta que era muy generoso y quería que su hija viviera bien, les regalo una casa en la ciudad de Andros y allí se mudaron. Contrataron criados y en pocos días Andros vio como conseguía lo que había deseado. Como ya no la necesitaba, vendió la casa de su familia e invirtió en comprar unos barcos. Con la ayuda de Aidee intentaría introducirse en el mundo de los negocios y colaboraría con su suegro. Paso el tiempo y Aidee no era feliz, las visitas de su esposo a su alcoba eran muy contadas, y sabia que solo lo hacia por cumplir. No era cariñoso con ella, ni siquiera la besaba y sabia que era a causa de sus cicatrices. Ella sabia que Andros solo se casaba con ella por el dinero de su padre, pero tenia la esperanza de que le tomaría afecto. Pero Andros siendo como era, no podia amar a una mujer que estaba desfigurada. Pasaba sus noches divirtiéndose con alguna criada y solo iba a ver a su esposa cuando era imprescindible.
Al fin Afrodita pudo zafarse de sus obligaciones y se escapo a ver a su mortal. Llego a la casa de este y vio que otra gente vivía allí, les pregunto por el con el cuento de que era su prima y estos le contaron que se había casado con una chica y le dieron la dirección de su nueva casa. Afrodita estaba enfurecida. Cuando llego a la casa las criadas le dijeron que Andros no estaba pero que avisarían a su señora. Aidee recibió a Afrodita y esta se quedo pasmada al verla. Vio las heridas de su rostro y también sintió que no era feliz. Vio la profunda pena que tenia en su corazón y se compadeció de ella. Le dijo que era prima de su marido y que le habían comunicado de su enlace y decidió visitarlos para felicitarles. Le hablo de forma confiada, quería saber que estaba pasando y le tiro de la lengua a la mujer del mortal. Aidee que no tenia amigas allí ni criadas de confianza vio en la visita de la prima de su esposo una bendición. Se sentía sola y ahora tendría con quien hablar. Esta entre lagrimas le confeso a Afrodita de su pena, y de como su marido solo se había casado con ella por su dinero y como la despreciaba porque no era una mujer bella y como la engañaba con las criadas. Le contó como se caso con el porque ansiaba ser amada, pero que el despreciaba el amor que ella le ofrecía.
Afrodita se quedo pensativa un rato. Sentía pena por esta mortal. En realidad entendía que ella quisiera ser feliz. Tenia claro que tenia que castigarlo pero también pensó en ayudar a Aidee. Le pregunto que si no sabia que en la ciudad había un templo dedicado a la diosa Afrodita. Aidee asintió Esta le dijo que fuera al templo a hiciera una ofrenda a la diosa y le contara de su caso. Le insistió que Afrodita ayudaba a las mujeres que sufrían y que tenia que ir ese mismo día al templo, que ella se quedaría en la casa descansando pues había hecho un largo viaje y así esperaría a su primo. Aidee hizo lo que Afrodita le pidió y salio de la casa. Una vez en el templo, hizo una ofrenda a la diosa y le contó su pena. Lloro e imploro ayuda a la diosa de corazón. Afrodita entonces se le apareció con su aspecto original y en la manera de los dioses, apoyo sus manos sobre el rostro y el hombro de Aidee y sano sus heridas, devolviendole su belleza. Esta se tiro a los pies de la diosa y agradeció su regalo. Y le prometió que haría peregrinaciones a su templo y realizaría ofrendas para agradecerle su generosidad. Afrodita le pidió que ese día tendría que pasarlo en el templo ayudando a sus devotas y que solo regresara a su casa en la noche y dicho esto desapareció.
Se sentía bien, pudo ver la bondad y el amor en el corazón de Aidee y ella, era la diosa del amor y no podía ver como alguien sufría. Llego a la casa y retomo su disfraz mortal. Su supuesto primo aun no había llegado y lo espero. Cuando este llego y vio a Afrodita la invito a sus aposentos para hablar. Esta le recrimino el que no la hubiera esperado y se mostró furiosa. Andros le contó, como ya le había contado Aidee, que solo se había casado por dinero, que su mujer era fea como una arpía, que no la amaba y que si ella quería podían ser felices, ya que se podía quedar a vivir con ellos y que el solo tendría ojos para ella. Afrodita no podía creer lo que oía, en verdad este mortal merecía una lección que no pudiera olvidar. Así que se se mostró ante el como la diosa que era. Andros se quedo trastornado ante el descubrimiento. Afrodita le dijo que no solo se había burlado de su pobre mujer si no que había engañado y se había reído de una diosa y que sera castigado por ello y acto seguido se acerco a Andros, lo beso y se alejo de el unos metros. En pocos instantes, este comenzó a retorcerse y cayo al suelo. Afrodita pudo ver como la piel de Andros iba arrugándose y sus miembros se volvían flácidos y su estatura menguaba, convirtiéndolo en un anciano. 
Al incorporarse ya nada quedaba del apuesto joven que la había seducido. Era un viejo decrepito. Andros quedo horrorizado y gritaba y lloraba. Afrodita se acerco a el. Este le suplico que le devolviera a su estado original,le dijo que el no merecía ese castigo horrible a lo que ella contesto que si, que se lo merecía por no saber amar a nadie mas que a si mismo. Le dijo que aun así seria buena, y que su estado no seria permanente. Tendría que pasar así 4 años y volvería a tener la edad que le correspondía pero tendría que cumplir una condición. No podría decirle a Aidee ni a nadie quien era. Ella les contaría a los criados que había salido por la puerta de atrás que había sido llamado y había tenido que partir por negocios en uno de sus barcos. Tendría que salir de la casa y vivir como un mendigo en la ciudad sin salir de ella durante esos 4 años y así pagar su avaricia. Le dijo que solo podría acercarse a su casa a mendigar comida y dicho esto lo condujo a la puerta de atrás y lo saco de la casa.
Llego la noche, y Aidee salio del templo de regreso a su casa. Estaba feliz, la diosa le había hecho un gran regalo y estaba deseando encontrarse con su esposo.
Al regresar Afrodita la esperaba y le contó a su supuesta prima el regalo que le había hecho la diosa y al preguntar por su marido Afrodita le contó como Andros había llegado a casa pero lo habían mandado llamar y había salido de manera repentina por un asunto de negocios y se había hecho a la mar en unos de sus barcos. Aidee quedo desolada, se moría de ganas de mostrarle a su amado su belleza, ahora el si la amaría pensaba. Afrodita la calmo y le dijo que no importaba, que ya lo haría cuando el regresara, que esa noche ellas dos celebrarían el regalo de la diosa. Y eso hicieron, bebieron, comieron y rieron hasta quedar saciadas y se durmieron.
Pasaron los de días y por supuesto Andros no regreso. Aidee no entendía que pasaba y estaba preocupada. Afrodita tenia que marcharse pronto, pero antes le pidió a Poseidon que la ayudara ya que tenia que hacer que uno de los barcos de la flota de Andros desapareciera. Dicho y hecho el dios del océano hizo que el mar se tragara uno de los barcos de este permitiendo que la tripulación se salvara y pudiera llegar a las orillas de un país vecino. La noticia del hundimiento del barco llego a la ciudad y Afrodita aseguro a Aidee que este era el barco donde Andros había partido. Le apenaba causarle este dolor, pero era necesario para que su plan cuadrara. Así que Aidee tomo luto por la perdida de su marido.
Afrodita partió, los días pasaban largos para Aidee así que decidió consagrase a intentar mantener los negocios funcionando y a visitar el templo de Afrodita. Mientras tanto Andros se acostumbraba a su nueva vida. Mendigaba limosna y comida a la puerta de las tabernas. Se sorprendió de lo generosa que podía ser la gente. El nunca había dado nunca nada a un mendigo. Aun no se había atrevido a ir por su casa. Un día estaba a las puertas del templo de Afrodita cuando vio salir a Aidee. De negro, con su rostro al descubierto. Al mirarla mejor vio que su mujer era ahora una belleza y no tenia heridas que la marcaran y se quedo asombrado. La vio tan hermosa... Este, curioso, pregunto a una mujer que salia del templo detrás de ella y que le entrego una limosna. La mujer le contó lo que sabia, que aquella era Aidee, la viuda de Andros. Este le dijo que el tenia entendido que ella tenia su rostro marcado y esta le contó que en el templo decían que la mismísima Afrodita se le había aparecido y que apiadándose de ella ya que su marido no la amaba por esta cicatriz, le devolvió la belleza a Aidee. Pero que había tenido muy mala suerte ya que su marido murió antes de que pudiera ver a su mujer bella de nuevo y dicho esto se despidió del anciano y se marcho.
Andros se quedo de piedra. Afrodita había se había vengado de el con todas sus fuerzas. Se alegro mucho por Aidee porque al menos ella había sacado algo bueno de todo esto. Ese día decidió ir a su casa, quería ver a Aidee, ahora que era bella y viuda seguro que tendría varios pretendientes. Se sentó a unos metros de la entrada y desde ahí vigilaba. Solo veía entrar y salir a los criados. Paso el resto del día si y al atardecer se acerco a la puerta de la cocina a mendigar algo de comer y a intentar averiguar algo. Una de las criadas le dio un poco de pan y algo de las sobras y este le pregunto por la dueña de la casa. Esta le dijo que era una buena mujer llena de bondad, que su marido había sido un hombre muy conocido, bello, pero con el corazón duro que solo se había casado con ella por su dinero. Andros se avergonzó de si mismo, desde su egoísmo no era consciente de todo el daño que le había causado a Aidee. Le pregunto a la criada si su ama tenia algún pretendiente y esta le dijo que si que algunos ya habían intentado engatusarla pero que ella no les hacia caso, que en verdad ella si había amado a su marido. Dicho esto se metió para dentro. 
Andros, termino pidiendo en la puerta de su propia casa. Veía a Aidee a diario, incluso esta misma le daba limosna. Aprendió a ver la bondad y el amor en los ojos de su mujer. Los criados la cuidaban como a una princesa y ella los tenia contentos y también cuidaba de ellos. De vez en cuando recibía la visita de alguna de sus hermanas o de su padre que se aseguraba que ella estuviera bien. los negocios iban bien y ganaba dinero, se había convertido en una mujer importante y estaba amasando una fortuna. También vio como algunos hombre intentaron cortejarla y esta los sacaba de su casa sin darles esperanzas. Que ciego había estado,¿Como no había visto antes así dentro del corazón de Aidee? Pasaron los días, meses y Andros al fin había aprendido lo que era el amor. Lo veía en cada gesto de Aidee. El tiempo pasaba rápido, tanto que no se había dado cuenta de que casi se cumplía ya el plazo de los 4 años dado por Afrodita.
Una noche mientras terminaba de cenar las sobras que le habían dado se le acerco alguien, al levantar la cabeza vio que era Afrodita, disfrazada de mortal. Este se le tiro a los pies llorando. Esta le dijo que se levantara. Le pregunto por como estaba y este le dijo que gracias a la generosidad de la gente no había pasado hambre. Que había aprendido a ver mas allá del egoísmo que lo había caracterizado. Atenea lo miro detenidamente, podía ver el cambio en su corazón, le había dado una gran lección y este la había aprendido. Le pregunto a Andros que cuales eran sus planes a partir de ahora, ya que el plazo de su castigo concluía en una semana. Este le dijo que tenia intención de regresar a su casa. Que había aprendido a amar a Aidee desde la distancia, que había visto su corazón y que este era aun mas bello que su rostro. Afrodita sabia que decía la verdad. No pudo mas que felicitar a Andros por haberse convertido en una buena persona y le dijo que a la semana, fuera a su templo, que lo esperaba para volverlo otra vez el hombre joven que era.
Y así sucedió, el fue a verla y de la misma manera que lo había transformado en un anciano, Andros volvió a ser el joven atlético que fue. Este, a los pies de la diosa, le agradeció la oportunidad que le daba para ser feliz y se despidió de ella. Afrodita le pidió que contara a su mujer que se había perdido en el mar y que apenas había regresado a la ciudad, ya que necesitaba justificar su ausencia y Andros se marcho corriendo a su casa dispuesto a hacer feliz a su mujer y vivir en el amor, la bondad y la gratitud hasta el fin de sus días..
Caronte se quedo un buen rato en silencio. Había sido una larga historia.
Yo fui la primera en tomar la palabra.- Caronte, ha sido una historia muy bella, me ha gustado muchísimo- , - Me alegra que te haya gustado, la verdad hace tanto tiempo que Afrodita me la contó que casi se me había olvidado...-, - Es muy bella, te agradezco que te hayas tomado tanto tiempo para contármela,voy a transcribirla cuanto antes, así la podre compartir.-, - Si, tiene una buena moraleja, pensé que te gustaría. Ahora te tengo que dejar, me he entretenido demasiado esta vez y tengo que seguir con mi trabajo-, -Si claro, como no, yo también me voy, tengo bastante frío, no se como no me traje algo mas abrigado, ya no me acordaba del frío que hace aquí en tu morada-, - Adelante niña, vuelve a casa. Ya nos veremos otro día..-, - Si, muchas gracias otra vez. Volveré a verte, hasta pronto...-.
Y dicho esto me escabullí escaleras arriba...