miércoles, 8 de julio de 2015

La cueva

Por Cora_LIP.

Fuera estaba a punto de llover. Tras los cristales escuche a lo lejos un trueno, abrí la ventana y olí la tierra…sí llovería…reconocería ese olor en cualquier parte.

Mire hacia afuera, la Primavera estaba a punto de hacer su aparición y entonces el jardín se llenaría de flores llenas de vida y color.

Volví al escritorio intentaba escribir sobre aquella situación para poner en orden la cabeza y los sentimientos, los días habían sido caóticos, las horas una espera amarga y los minutos un abismo desesperante.

Tras aquella página en blanco, el cursor intermitente me miraba instándome a empezar, pero en mi mente se reflejaban millones de imágenes y palabras a la vez y era incapaz de ponerles ni orden, ni sentido.

Fui hacia el altar, aquel lugar siempre me hacía sentir tranquila. Encendí una vela pidiéndole a la Diosa una ayuda para despejar la mente, una voz que me susurrara el camino y una luz que me lo mostrará.

Minutos después volví a sentarme ante aquel ordenador y esa dichosa página en blanco. Puse los dedos sobre el teclado, me tome mi tiempo...

-¡Vamos! Necesito ser capaz de hacer esto, mi cabeza no puede más.

No hubo respuesta, mis dedos se negaron a moverse y mi cabeza seguía siendo una marea de pensamientos. Las lágrimas asomaron a mis ojos.

-¡Justo lo que no quería que pasará! ¡Otra vez no!-busque un pañuelo cerca, pero durante esos días los había gastado todos. Así que lloré, lloré hasta que mi cuerpo no pudo más y fui durmiéndome presa del cansancio.

El bosque era simplemente inimaginable. Los árboles y las plantas crecían sin ningún orden y en tal desorden, la “magia” que creaban, era preciosa.

Los colores vibraban, descubrí campanillas, amapolas, rosas, gerberas, era como ver una paleta de un pintor en plena ebullición. Los olores de la salvia, la hierbabuena y las demás plantas aromáticas creaban un ambiente armonioso.

Las hadas iban y venían en un constante ajetreo y las ninfas se bañaban y jugaban con el agua de un pequeño río que estaba a la derecha de donde me encontraba.

-Perséfone, ven con nosotras-gritaron.

De repente justo detrás de donde me encontraba una pequeña doncella de brillantes cabellos castaños corrió hacia ellas, pasando a mi lado rozándome casi con los dedos.

Se quedo quieta, miró hacia atrás, alzo la vista justo hacia mí y allí estaban mirándome dos oscuros ojos verdes con una intensidad tal que mi alma se estremeció, como si hubiera podido ver a través de mí. Sin embargo, se giró como si no hubiera nada que mirar, como si yo no estuviera allí…

Juraría que la vi sonreír antes de darse la vuelta, pero no dijo nada y fue corriendo en dirección a las ninfas que la llamaban.

Sabía quién era ella, la reconocí en cuanto dijeron su nombre. En mi altar siempre estaba presente de alguna manera. La Reina de los Muertos, la reina del Inframundo, la hija de Deméter.

Me dirigí hacia donde estaban jugando y recogiendo flores, pasando completamente inadvertida, no me veían, pero ella…

-Hubiera jurado que si me vio.

Perséfone se alejó del grupo, camine tras ella, confusa, sin saber dónde se dirigía. Bordeamos el río, hasta que éste terminó en una cascada que caía con fuerza a un inmenso lago. La vi caer desde lo alto de la cascada, sin tan siquiera rozar las piedras, entrando al lago con majestuosidad.

Me deje caer, la altura era considerable pero no tenía miedo. Estaba allí por alguna razón y quería descubrir cuál.

Justo tras la cascada, en la base del lago había una cueva, Perséfone aparto una cortina de agua dándome el tiempo justo para pasar tras ella.

Allí la energía que se desprendía era intensa y la paz, la tranquilidad y el silencio cubrían todos sus huecos. En el centro de la cueva, había una abertura que dejaba penetrar los rayos del sol cada vez menos potentes cediéndole el paso a la luz de la luna.

Entonces cuando me estaba preguntando que hacíamos allí apareció un hombre a través de una grieta de la cueva. Era fuerte, no sabría a ciencia cierta qué edad tendría, tenía una belleza peculiar, facciones marcadas, hombros, brazos y piernas definidas e irradiaba un poder que más que violencia, generaba un temor respetuoso.

-Hades ¿qué haces aquí?

Sin mayores explicaciones, Hades rodeo con un brazo a Perséfone y desapareció.

Y yo con ella…

-Claro, el rapto de Perséfone, reconozco la historia. Me la sé de memoria. Perséfone, fue raptada por Hades y Deméter, su madre busco por todos lados sin encontrarla. Descuido a la Tierra, las flores se marchitaron, las hojas de los árboles dejaron de cubrirlos y el paisaje quedo pintado de tonos dorados y marrones.

Zeus tuvo que intervenir, pero Hades engaño a Perséfone y comió las semillas de una granada en el trayecto y fue entonces cuando se pactó, que Perséfone subiera a la Tierra durante una parte del año y bajará con Hades al Reino de los Muertos los restantes. Nacieron así la Primavera y el Verano, cuando Deméter se ocupaba de la Tierra y estaba feliz junto a su hija y el Otoño y el Invierno, cuando Perséfone volvía junto a Hades.

El sitio donde estaba era oscuro, frío pero desprendía el mismo poder que el Dios me había hecho sentir en la cueva. Por lo que deducía estaban en su Reino, el Más Allá.

-¿Él estaría aquí?- Muy apropiado, para la situación en la que estaba.

Busque en la estancia donde me encontraba, era un salón grandioso, con columnas de mármol, ennegrecido por el tiempo. A un lado, junto a dos perros enormes, estaban Perséfone y Hades.

No parecía que ella estuviera en malas condiciones, ni afectada por su rapto o su captor. ¿Qué pasaba allí?

Las palabras que me llegaban eran seguras y vibrantes pero no estaba segura del sentido. El Dios deslizo algo en las manos de ella, que escondió entre los pliegues de su vestido.

Hades salió entonces de la habitación y me quede a solas con Perséfone. La Diosa me sonrió y por primera vez me habló:

-¿Te preguntas si está aquí verdad?

Sorprendida por las palabras después del silencio del principio y porque conociera mis pensamientos, el único sonido que salió de mis labios fue una especie de gruñido seco.

Ella rio y volvió a hablar:

-Sí está aquí. El Aqueronte1 lo trajo hace unos días. Debes dejarlo marchar, sea cual haya sido la situación.

-Pero, me quedaron tantas cosas por decirle, tantas cosas por aclarar, tantas cosas por saber…

-A veces, las cosas están más claras de lo que podamos llegar a pensar. Solamente debemos mirar las situaciones con otros ojos. No siempre todo es lo que parece.



Tras esas palabras mi mente estaba aún más confusa. Su muerte había sido una verdadera infamia, un acto cruel a manos de una mente confusa y trastornada, la mano ejecutora de una mente fría y calculadora que jamás saldría salpicada por lo que había provocado.

Que era lo que no estaba claro. Me había quedado sin poder hablar con él, con el corazón, nunca tuve esa oportunidad y no la tendría. Se había ido confuso y yo me había quedado con la sensación de tener algo que decir.

Intente despejar la mente, pensar en otra cosa…

-¿Sabes que tu madre te está buscando Perséfone? –me asombre de la familiaridad con la que me atrevía a hablar a la Diosa.

-Sí lo sé. Y sé lo apenada que está porque piensa que me ha perdido.

-¿Piensa? No. Te ha perdido.

-Como te he dicho, no todo es siempre lo que parece.

La miré confusa.

-Ya lo entenderás.

Los acontecimientos se sucedieron uno tras otro, Zeus ordeno que Perséfone regresará junto a su madre. En la cara de la Diosa, vi reflejado dolor por un breve instante.

Viaje con ella, en la barca que debía devolverla, y entonces la vi sacar una granada entre sus manos.

-¡No!-la grite, pero entonces la vi sonreír y…lo comprendí.

La Diosa comió seis semillas de granada, antes de salir del Hades.

Mire hacia la otra orilla, Hades estaba allí, mirando desde el punto más alto, su cara reflejaba una mezcla entre preocupación y satisfacción.

Perséfone ya no podría abandonar el Hades, Zeus entonces debería hacer el pacto. Durante seis meses la Diosa permanecería al lado de su madre pero durante los otros seis sería la esposa de Hades, la Reina de los Muertos.

Todo cobraba sentido, la complicidad, las sonrisas, las palabras, las semillas…La historia estaba mal contada. Nadie engaño a la Diosa, ella misma comió las semillas consciente de lo que pasaría…amaba a Hades y a su madre.

Recordé sus palabras. No todo es siempre lo que parece. Me giré para poder hablar.

-No hace falta que digas nada. Te dije que lo comprenderías.

-Sí, pero que tiene que ver esto conmigo.

-Las historias a veces no se cuentan de la forma en la que en realidad sucede. Y eso es así, porque en ocasiones no se sabe a ciencia cierta qué es lo que las partes opinan realmente en su interior.

-¿Dónde está él?

-Fue juzgado por Minos, Radamantis y Éaco2, ante Hécate. Su alma irá a los Campos Elíseos3 o a la Tierra Estival como vosotras lo llamáis. Ahora debes marcharte y recordar lo que has aprendido para poder avanzar. Déjalo marchar, su alma está ahora donde debe estar. Él ya comprendió, vio y entendió absolutamente todo lo que paso por esta vida. Su alma está ahora descansando, esperando a que llegue de nuevo su próxima vida.



Así acabo todo. Un segundo después mientras las palabras de la Diosa resonaban aún en mis oídos, una caída desde la silla donde estaba me despertó.

-¿Un sueño?, ¿en serio?-había sido todo tan vívido.

Debía poner en orden todo lo que la Diosa me había dicho. Había sido un descubrimiento para mí el saber que Perséfone realmente quería quedarse en el Más Allá con Hades, porque lo amaba. El mito desde luego, no hacía referencia a ello.

Me acerque a la ventana, ahora llovía con toda intensidad pero las nubes dejaban un cachito de cielo libre. Justo como en aquella cueva detrás de la cascada. Me pase mi manta verde por los hombros. Adoraba el tacto suave y cálido de aquel trozo de tela; me reconfortaba la idea de pensar que la Diosa había contestado a mi llanto desesperado.

Miré a través de ese cachito de cielo. Las estrellas estaban brillando con intensidad. Su luz se reflejaba en la lluvia creando un efecto muy bonito.

Y la vi… la Luna apareció en uno de esos cachitos de cielo y mi mente se acordó de nuevo de él. Adoraba la luna, siempre hablaba de ella.

Vi su imagen reflejada en su luz. Vi sus facciones morenas, aquellos ojos castaños que brillaban y te miraban con esa paz que siempre flotaba a su alrededor, vi su sonrisa.

Y entonces lo supe, él lo sabía…

Su cuerpo era una vasija, él ya no estaba aquí, su alma estaba esperando. Tal vez algún día, nuestras almas podrían volver a encontrarse, como amigos, como hermanos, como amantes…daba igual. En esta vida su momento había acabado, aunque hubiera sido de la forma más cruel que existe. No debía guardar rencor por los causantes de su partida, su alma ya no guardaba ningún sentimiento que no fuera aprendizaje.

Y comprendió lo que la Diosa había intentado enseñarla. Que las cosas no son siempre como parecen. Que a pesar de lo claro que pudiera presentarse la situación, tan sólo en el interior de las personas se encontraba la verdad sobre sus pensamientos y sentimientos.



Ya sabía todo que necesitaba, nadie podría quitarle eso, nadie podría arrebatárselo, porque al igual que el mito de la diosa, quedaría oculto tras una cortina de agua de una cascada, en el interior de una cueva, donde se encontraban todos nuestros sentimientos y pensamientos no pronunciados, al lado de unas semillas de granada que la historia olvido mencionar fueron tomadas por amor.



1 Era el río que Caronte utilizaba para transportar las almas de los muertos hacia el Hades.

2 Eran los tres jueces del Inframundo.

3 Parte del Hades donde eran llevadas las almas de los virtuosos y valerosos. Las otras partes eran los Campos de Asfódelos y el Tártaro.

4 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, ¡me encantó! Sus almas volverán a encontrarse, eso es seguro. Mientras tanto Él explora feliz los Campos Elíseos -- un lugar en donde la experiencia del transcurrir del tiempo puede ser tan diferente, que quizá toda una vida se sientan apenas como seis meses.

    "Y aquellos que mantengan tres veces su juramento,
    Manteniendo sus almas limpias y puras,
    Jamás dejarán que sus corazones
    sean manchados por el mal y la injusticia y, la venalidad brutal.
    Ellos serán dirigidos por Zeus hasta el final:
    Al palacio de Cronos".

    ¡Bendiciones de Luz!

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    1. Gracias por tu comentario!es precioso!bendiciones....

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